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El grano de la cizaa 49605k

Jos Hugo Fernndez

LA HABANA, Cuba, junio (cubanet.sergipeconectado.com) - Para merecer un captulo distinguido en la historia contempornea de Cuba, las Damas de Apoyo no necesitaran hacer ms de lo que han hecho hasta hoy: plantarle cara a la dictadura mediante la determinacin de acompaar a las Damas de Blanco en el reclamo pblico de justicia para sus seres queridos, presos inicuamente.

Sin embargo, a las Damas de Apoyo les queda por completar otro aporte que bien podra trascender, en trminos histricos, los propios objetivos de su creacin.
Desde su altruista y a la vez rotunda y militante valenta ciudadana, aflora una leccin cuyo significado quiz no hayamos sabido valorar an debidamente.

Junto a las Damas de Blanco, ellas integran, como pocos en la Isla, la autntica avanzada de nuestra sociedad civil, justo en tiempos de irresoluciones y desidia.

Se comprende fcilmente que el rgimen tenga entre ceja y ceja a las Damas de Apoyo.

No solamente por lo que hacen, sino adems, y sobre todo, por lo que representan en tanto grupo de protesta popular organizada y pacfica, que no persigue ni espera el menor beneficio personal, como no sea la tranquilidad de conciencia y la satisfaccin de haber sabido renunciar al pobre y timorato egosmo.

Si el rgimen lograra quitarse de encima el peligro presente y potencialmente futuro que constituyen las Damas de Apoyo, estara neutralizando en la base un foco de resistencia masiva capaz de propagar su ejemplo por las calles, ordenadamente, sin resentimientos ni violencia, pero con una firme claridad de miras.

Ya de sobra tenan nuestros caciques con el sambenito de las Damas de Blanco, hoy respetadas y iradas por todos los cubanos con un mnimo de decencia, no obstante sus ridculas maniobras para presentarlas como mercenarias.

Pero la aparicin de las Damas de Apoyo como un complemento sumamente valioso para la lucha de las de Blanco (y no slo), es algo que los puso fuera de quicio. No por casualidad su sombra tenebrosa se ha dedicado a rondar en estos das entre unas damas y otras, intentando sembrar, sin que se note, el grano de la cizaa.