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Amn 1u2850 Ren Gmez Manzano LA HABANA, Cuba, mayo, cubanet.sergipeconectado.com -Hemos conocido que, este domingo, las dignas Damas de Blanco pudieron asistir a misa en la Iglesia de Santa Rita, y realizar a continuacin su tradicional caminata por la Quinta Avenida de Miramar. Por esta vez, se calmaron las “iras populares”: las “masas enardecidas” no concurrieron a atropellarlas. La noticia lleg acompaada de comentarios sobre el papel mediador desempeado por el cardenal Jaime Ortega. Se habla incluso de un acuerdo entre ste y las autoridades cubanas, en cuyo marco el prelado habra actuado como garante de la autorizacin gubernamental para la marcha. Al parecer, esa actitud del rgimen tiene un carcter puramente capitalino, para consumo de diplomticos y periodistas extranjeros acreditados en La Habana. Por desgracia, simultneamente se supo que, en Banes, a Reina Luisa Tamayo, madre del mrtir Orlando Zapata, se le impidi acudir al cementerio a llevarle flores a su hijo. Pese a esto ltimo, hay que reconocer que el gesto hacia las Damas de Blanco en la capital constituye —por supuesto— un paso en la direccin correcta. Aunque se dice que de momento la tolerancia es extensiva slo al presente mes de mayo, la medida es —a no dudarlo— positiva. Sin dejar de constatar esa obviedad, es justo sealar tambin que en este asunto han desempeado un papel no pequeo otros factores que son los fundamentales, a mi entender. Lo primero es aplaudir la postura inclaudicable asumida por las esposas y madres de los presos de conciencia, condicin sine qua non para el feliz desenlace. A las amenazas recibidas de la polica poltica, esas mujeres extraordinarias respondieron con serenidad y firmeza; y a los insultos de la gentuza que el domingo anterior las mantuvo sitiadas al sol durante siete horas, con la disposicin a repetir el acto de desafo, sin arredrarse. Esa consistencia y el acendrado pacifismo que ellas han demostrado siempre, son las razones ms poderosas para que las Damas de Blanco hayan recibido con justicia la iracin de cubanos y extranjeros. Dicho lo anterior, coincido con el fraterno Coco Farias, quien valora lo sucedido como “una seal alentadora”. Tambin —aado— lo fue la decisin de separar de su cargo —siquiera sea temporalmente— al director del Hospital Provincial de Villa Clara, que rechaz el ingreso del abnegado huelguista de hambre y sed con un argumento deleznable: “Lo nico que debe hacer para salir de su gravedad es comer y beber agua”. En lo que respecta al actual gobierno de La Habana, soy un convencido de que esa estructura, aunque desde fuera parezca un bloque de granito, en la prctica est plagada de contradicciones internas. Las remociones de altos funcionarios anunciadas ayer lo demuestran. En realidad, esto no debe irarnos: Lo increble sera que, en la situacin de catstrofe en que est sumida Cuba, no existiesen opiniones encontradas en el seno de la cpula dirigente. Mientras esas contradicciones internas conduzcan a la adopcin de pasos racionales como en esta ocasin, slo podemos exclamar: Bienvenidas sean! Confiemos en que la idea de acallar la grave problemtica cubana mediante la represin sea reemplazada por el deseo de resolver definitivamente la honda crisis nacional por medios democrticos, contando con la voluntad libremente expresada por los diferentes sectores de nuestra nacin. Amn. |