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8 de septiembre, 2003

"La presencia social de la iglesia" 2m2z14

Publicado en La Voz Catlica, septiembre de 2003.

Los Obispos cubanos, teniendo presente el contenido total de las enseanzas del Papa en nuestro pas, hemos considerado el llamado del Santo Padre a que Cuba se abra al mundo no slo como una invitacin a la insercin creciente de Cuba en el concierto de naciones, sino tambin como un reclamo para que se d internamente en nuestro pueblo una apertura que propicie el ejercicio y respeto de los derechos integrales del hombre, desde el derecho a la vida, a la salud y a la educacin, hasta el derecho a la libertad de expresin y de participacin social y poltica.

"LA PRESENCIA SOCIAL DE LA IGLESIA"

INSTRUCCIN TEOLGICO-PASTORAL

A todos los sacerdotes, diconos, religiosas, religiosos y fieles laicos:

I. INTRODUCCIN:

Con ocasin de la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, nuestra Madre, y al conmemorar los cinco aos de su Coronacin como Reina y Patrona de Cuba por el Papa Juan Pablo II en su inolvidable visita a nuestra Patria, los Obispos de Cuba queremos hacerles llegar algunas reflexiones y propuestas que consideramos necesarias sobre la misin de la Iglesia, especialmente en la particular coyuntura de nuestro pueblo.

Tenemos delante de nuestros ojos la realidad social y eclesial vivida en comunin de origen y destino con nuestros hermanos cubanos. Compartimos con nuestros sacerdotes, diconos, religiosos, religiosas y muchos de nuestros laicos las preocupaciones, agobios y aspiraciones de tantas personas que se acercan a nosotros en busca de orientacin y consuelo.

A todos, tanto en su vida personal como en su compromiso eclesial, queremos dirigirles nuestras palabras con el deseo de que les puedan iluminar en sus esfuerzos y aspiraciones. Esto con el fin de apoyarnos mutuamente en las pruebas, manteniendo siempre la esperanza fundada en el nico y verdadero Dios que, en Jesucristo, nos ha manifestado su cercana y amor. En Jesucristo, a quien reconocemos como "Camino, Verdad y Vida" (Jn. 14, 6) y a quien escuchamos como al nico Maestro "que tiene palabras de vida eterna" (Jn. 6, 68), se inspiran los criterios, actitudes y compromisos que como Obispos queremos compartir con ustedes.

2. A LOS DIEZ AOS DE "EL AMOR TODO LO ESPERA"

Han pasado diez aos desde que los Obispos cubanos publicamos la Carta Pastoral "El amor todo lo espera". Eran momentos crticos, ya que se haba deteriorado rpidamente la situacin econmica con drsticas repercusiones sociales.

Los Obispos manifestbamos entonces nuestra preocupacin y describamos los factores no slo externos de la crisis, sino tambin los internos: aqullos donde en realidad puede nuestra reflexin comn encontrar causas y elementos de solucin. Esto fue lo que nos propusimos, aunque la interpretacin oficial mostrada a travs de los medios de comunicacin que, durante un mes, atacaron fuertemente la carta pastoral con toda clase de tergiversaciones y an de insultos, fue de rechazo absoluto, sin dejar un resquicio a la posibilidad de una aportacin positiva por parte de la Iglesia. El documento fue criticado, pero nunca publicado por los medios oficiales.

Sin embargo, al pasar el tiempo y en el clima de ms apertura que se produjo a raz de la introduccin del dlar en la economa popular, a los acuerdos migratorios que daban a muchos la esperanza de poder emigrar y a otras medidas, constatbamos que comenzaban a ponerse en prctica, a partir del ao siguiente a nuestra carta, algunas de aquellas propuestas que tanta violencia verbal haban desatado.

En los aos siguientes se permiti de nuevo un mercado campesino libre, se extendieron licencias para variados trabajos por cuenta propia, se autorizaron pequeos restaurantes, cuidados de nios en casas particulares, algunos servicios privados de transporte, se increment la iniciativa privada en el campo del arte pictrico, musical, de la artesana, autorizando tambin una cierta comercializacin. Parecan soplar nuevos aires y, aunque el camino poltico permaneca cerrado, algunos intuan una tolerancia mayor para el futuro, pues la presin ideolgica y la propaganda haban disminuido poco a poco en forma marcada. Este clima de mayor apertura fue favorable para la preparacin de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba.

3. LA VISITA DEL PAPA

"Que Cuba se abra con todas sus magnficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba" pareci que fue para muchas personas en el mundo el pensamiento catalizador y la propuesta motivante de nuevas esperanzas, que el Papa nos dejaba como mejor legado a todos los cubanos. As lo mostraron dignatarios y personalidades del mbito internacional que con prontitud desearon caminar tras las huellas del Papa, visitando nuestro pas, iniciando o restableciendo relaciones diplomticas inexistentes, etc.

Los Obispos cubanos, teniendo presente el contenido total de las enseanzas del Papa en nuestro pas, hemos considerado el llamado del Santo Padre a que Cuba se abra al mundo no slo como una invitacin a la insercin creciente de Cuba en el concierto de naciones, sino tambin como un reclamo para que se d internamente en nuestro pueblo una apertura que propicie el ejercicio y respeto de los derechos integrales del hombre, desde el derecho a la vida, a la salud y a la educacin, hasta el derecho a la libertad de expresin y de participacin social y poltica. Es un bien entre nosotros que los derechos primarios a la salud, a la educacin, a cierta seguridad social, sean altamente valorados y protegidos, pero es necesario promover otros derechos que tienen tambin su asiento en la dignidad del hombre, creado libre por Dios.

II. MIRANDO LA REALIDAD
No obstante la novedad del lenguaje y de los espacios que parecan abrirse durante los das de la visita del Santo Padre, hemos visto cmo, casi inmediatamente despus de la misma, comenz en el pas un aparente proceso de revisin que no favoreca las aspiraciones de pluralismo, tolerancia y apertura que se vislumbraban en el horizonte nacional. Se suma a ello una franca involucin en la apertura de la economa a la justa aspiracin del pueblo en pequeos negocios, trabajos privados, etc., gravados cada vez ms por impuestos, multas elevadas, negacin de permisos que desalientan o impiden esas actividades econmicas.

A partir de la visita del Papa, se ha experimentado en Cuba de forma creciente un retorno al lenguaje y a los mtodos propios de los primeros aos de la Revolucin en todo lo referente a la ideologa. Esto se hace presente en casi todos los espacios de la vida pblica mediante "la batalla de ideas", "las marchas", "las tribunas" y "las mesas redondas". Distintos acontecimientos nacionales o internacionales han servido de apoyo a esas acciones. Sin embargo, este estilo repetitivo en la comunicacin ha puesto de manifiesto que el tratamiento ideolgico de los problemas hace menos objetiva la informacin y dificulta cualquier posibilidad de dilogo crtico.

Cuando se identifica la ideologa del Gobierno con todo el ordenamiento jurdico y la realidad tica del pas, se est identificado Sociedad con Estado, y de este modo el Estado se convierte a s mismo en conciencia de los ciudadanos. La difcil situacin creada por esa indebida identificacin, slo puede ser superada por el desarrollo de una tica civil y por el acrecentamiento de una cultura abierta en la que converjan el mayor nmero posible de realidades y esperanzas de los ciudadanos. Es preocupante constatar que, actualmente, todo lo que en el pensamiento y en las acciones no coincida con la ideologa oficial, se considera carente de legalidad y es descalificado y combatido sin tener en cuenta la verdad y la bondad que pueda poseer.

Debemos sealar que, despus de la visita del Santo Padre, han quedado pendientes tambin algunas de las legtimas solicitudes que fueron expuestas en sus encuentros y discursos en relacin con la Iglesia Catlica. Sin embargo, para los Obispos de Cuba stas no son las nicas ni principales preocupaciones del momento presente, en el que constatamos en muchos cubanos la falta de esperanza, los agobios diarios para la subsistencia y el creciente deseo de emigrar. Nos preocupan de modo particular el encarcelamiento y las altas condenas impuestas a un nmero considerable de opositores polticos, as como la aplicacin de varias penas de muerte en juicios sumarios. Nos ha impresionado la tristeza manifestada por el Papa ante esas acciones que, de momento, han cerrado el camino a la libertad de expresin y a la comprensin entre los cubanos.

Los Obispos de Cuba compartimos los sentimientos del Santo Padre y, haciendo nuestras sus palabras, pedimos de nuevo a las ms altas autoridades del pas un gesto de clemencia hacia estas personas que estn en la crcel, sobre todo considerando humanitariamente sus condiciones de edad, estado de salud y sexo, que exigen una atencin especial, y para todos ellos un acercamiento a sus lugares de residencia y mejores condiciones carcelarias.

III. NATURALEZA Y MISIN DE LA IGLESIA
Las transformaciones sociales que se han vivido en Cuba, inspiradas por la ideologa marxista-leninista durante una larga etapa del proceso revolucionario, con sus consecuentes prejuicios y el desconocimiento de lo que es la Iglesia, nos mueven a exponer, nuevamente, cul es la naturaleza de la Iglesia, qu determina su vida y cul es su misin en el mundo.

1. LA IGLESIA, ACONTECIMIENTO DE GRACIA

La visita del Papa Juan Pablo II a Cuba ha marcado significativamente la vida de la Iglesia. Su paso hizo notar a los cubanos y al mundo la presencia de una Iglesia viva, fiel a su misin, capaz de organizar cuidadosamente esa visita y convocar a nuestros compatriotas ante tan histrico acontecimiento, a pesar de carecer de un nmero suficiente de sacerdotes y religiosas, y de los medios apropiados para el cumplimiento de su misin.

Estos aos posteriores a la visita del Santo Padre han sido de crecimiento y de revitalizacin de la Iglesia en Cuba, que agradecemos a Dios y que nos comprometen a seguir adelante con renovado entusiasmo y creatividad pastoral. Algunos signos de esta vitalidad son: la creacin de nuevas Dicesis, el surgimiento de centenares de casas de oracin en barrios y en pueblos sin templos, el compromiso de los laicos en ese empeo misionero, etc.

Pero la Iglesia no es nicamente una realidad social, sino sobre todo un acontecimiento de Gracia. Es misterio, es decir, "realidad profunda penetrada por la gracia de Dios" (Pablo VI). Esta dimensin teologal de la Iglesia es fundamental. La resurreccin de Jess y el don del Espritu Santo en Pentecosts constituyen a la Iglesia como una presencia santificadora y vivificadora.

La originalidad de Jess -en su accin y su mensaje- produce la originalidad de la Iglesia. En todo su ser y en toda su misin, la Iglesia se remite a Jesucristo como fuente, sentido y correccin de lo que debe ser su vida y su accin en la sociedad. Jesucristo no es slo el fundador de la Iglesia, es tambin su fundamento. La Iglesia por su origen, por su fin y por los medios propios de su quehacer pastoral, es diferente del Estado, diversa de la sociedad civil o de las asociaciones o grupos que constituyen la misma.

La Iglesia es de origen divino y por eso no es equiparable a ningn otro elemento integrante de la sociedad. La Iglesia no es una sociedad alternativa a la comunidad de los hombres. Tampoco es una realidad ms en igualdad de condiciones en el concierto de entidades que conforman la sociedad civil; ni siquiera puede considerarse una parte de la misma, pues es una comunidad abierta a todos y acoge en su seno a quienes pertenecen a diversos estamentos estatales, gubernamentales e incluso militares.

Lo que la Iglesia puede aportar a la sociedad como proyecto no es otra cosa que el propuesto por Cristo, a travs de su palabra y de su ejemplo. Ella tiene que hacer inolvidable a Jesucristo. Pero en la conducta y palabras de Jess, el ncleo central es la revelacin de Dios como amor gratuito, misericordia, Padre que quiere la vida en plenitud para todos. Por eso el proyecto de Jess, que tambin debe ser el proyecto de la Iglesia, es la llegada del Reino de Dios, esa fraternidad donde todos puedan sentarse como hermanos en la mesa comn de la creacin. En esa inspiracin teologal y como participacin del amor de Dios revelado en Jesucristo, se comprende la preocupacin de la Iglesia por la situacin de los excluidos y su mensaje de reconciliacin.

La Iglesia es portadora de una Palabra y unos Sacramentos que ha recibido gratuitamente de Jesucristo, y puede ayudar a mejorar la sociedad civil en la medida en que la misma Iglesia sea una comunidad de fe, verdaderamente religiosa, memoria viva y significativa de Jesucristo. Esta visin teologal descarta concebir a la Iglesia, dentro y fuera de ella misma, por sus o por sus adversarios, como una institucin social ms que se opone a otras con la lgica del poder. Tal visin de la Iglesia desfigurara su condicin, con el consecuente trastorno de su accin en la sociedad y en detrimento de su credibilidad como presencia viva de Jesucristo.

2. LA MISIN DE LA IGLESIA

Jess confi a la Iglesia la misin de anunciar el Evangelio. Ella debe predicar a tiempo y a destiempo a Jesucristo, propiciando que todos los hombres se encuentren con l para que participen de su vida nueva y lleguen a la salvacin. Esta vida nueva nace del amor de Dios que Cristo pone en el corazn de los cristianos, quienes as podrn comprometerse en la llegada del Reino de Dios: "Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz" (Prefacio de Cristo Rey).

El papel de la Iglesia es siempre el servicio del amor al prjimo y a la sociedad. Ante el ser humano, especialmente ante el ms desvalido, la Iglesia, como comunidad de los creyentes en Cristo, debe poner en prctica la verdad, la justicia, la solidaridad, la caridad, pero debe hacerlo siempre de modo evanglico. Lo "proftico" en la Iglesia no consiste en anunciar lo bueno y denunciar lo malo, o en una de las dos alternativas exclusivamente, sino en valorar la realidad de acuerdo a las circunstancias concretas, segn las intenciones y el estilo propios de Jess, de modo que "anunciemos con amor" y, llegado el caso, "denunciemos con amor".

Es cierto que la caridad o amor cristiano slo se hace real de modo tangible en un tejido social, en una organizacin de la ciudad, de la "polis". Con razn se habla de "caridad poltica", porque el amor cristiano incide en la transformacin de la sociedad y toma cuerpo en las instituciones sociales. Con frecuencia en esas instituciones econmicas, polticas o religiosas se instala una tentacin de la cual debemos hacernos conscientes: suplantar el amor que sirve por el poder que oprime o por la protesta que estremece e irrita, pero no construye.

Sin embargo, la comunidad cristiana debe ser germen de solidaridad y los cristianos estn llamados a mostrar el nuevo lazo de solidaridad universal al que nos convoca el Evangelio, ajeno a toda estrategia y clculo poltico o propagandstico. La solidaridad no es un "sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas, sino la determinacin firme y perseverante de empearse por el bien comn, es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todo" (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, n.38).

Por solidaridad cristiana la Iglesia tiene que anunciar, promover y defender la dignidad humana, la justicia social y todos los derechos del hombre, inseparables del Reino de Dios.

De acuerdo con las enseanzas del Concilio Vaticano II, queremos recordar que en este campo los cristianos laicos deben desempear su papel especfico. "En el amor a la Patria y en el fiel cumplimiento de los deberes civiles sintanse obligados los catlicos a promover el genuino bien comn y hagan valer as el peso de su opinin para que el poder poltico se ejerza con justicia y las leyes respondan a los preceptos de la moral y al bien comn" (Cf Apostolicam Actuositatem n. 14).

3. LA IGLESIA, SIGNO DE COMUNIN

El rostro ms visible de la Iglesia es el de sus . El carcter de Pueblo de Dios es el que se presenta como ms cercano e inmediato. Sin embargo, lo que hace que el Pueblo de Dios sea Iglesia es que Jesucristo convoca y une consigo mismo y entre s a los que creen y aceptan su doctrina, esperan en sus promesas y cumplen el mandamiento nuevo del amor.

Por voluntad de Cristo, la Iglesia es comunidad orgnicamente estructurada y ha recibido unos ministerios ordenados con la misin de santificar, ensear y regir. El ejercicio de esta misin tiene que discurrir por la lgica evanglica del amor y del servicio y, gracias a estos ministerios, la Iglesia se mantiene fiel a la tradicin apostlica, a la verdadera doctrina y a la catolicidad. En orden a su vida y misin, la Iglesia es enriquecida con dones o carismas del Espritu que el ministerio de los Obispos tiene el deber de discernir y, en caso conveniente, aprobar, no apagando los carismas autnticos, sino cuidndolos.

De ah se deriva que la Iglesia no es una democracia ni se conduce por los criterios de sta. El contenido de la misin de la Iglesia y el modo de realizarla no provienen de la voluntad, por mayora o consenso, de quienes pertenecen a ella, sino del mismo Cristo y de la Tradicin bimilenaria de la Iglesia, profundizada por la enseanza de su Magisterio y la santidad de sus hijos.

A partir de las experiencias acumuladas, los Obispos de Cuba reconocemos que las dificultades vividas por la Iglesia en nuestro pas han favorecido la unidad entre todos sus . Es un apreciable don de Dios que agradecemos y protegemos frente a las influencias disgregadoras, como pueden ser los intentos de manipular grupos de distintos signos en el interior de la Iglesia,para que desempeen un rol poltico ajeno a la naturaleza y misin de la misma, como tambin un tipo de mentalidad que concibe la Teologa como instrumento de liberacin para este mundo, haciendo de su meta los cambios sociales mediante la confrontacin.

IV. LA PRESENCIA PBLICA DE LA IGLESIA

De acuerdo con la naturaleza y misin de la Iglesia se determina cmo debe ser su presencia pblica y su servicio a la sociedad: qu debe aportar la Iglesia, cmo deben actuar los cristianos y cmo debe relacionarse con el Estado.

1. SERVICIO DE LA IGLESIA A LA SOCIEDAD CUBANA

La Iglesia... "existe en el mundo y con l vive y acta", "avanza junto con toda la humanidad y experimenta la misma suerte terrena del mundo", ms an, "existe como fermento y alma de la sociedad" (Gaudium et Spes 40). "La misin propia que Cristo confi a la Iglesia no es de orden poltico, econmico o social, pues el fin que le asign es de orden religioso" (Gaudium et Spes, 42). Por tanto, la Iglesia no debe identificarse con ningn partido poltico ni parecerse a l; tampoco es una sociedad econmico-financiera para distribuir equitativamente los bienes de produccin, ni principalmente una entidad asistencial para enfermos y desvalidos de la sociedad. Su misin es religiosa, ser proclamacin de un Dios Padre Creador de los hombres, y de su proyecto de vida en plenitud para todos los seres humanos y para la creacin entera, tal como se revel en Jesucristo. Pero esta proclamacin incide necesariamente en la organizacin social y poltica donde se juega la vida de los seres humanos. Por ello esa fe cristiana, o encuentro personal con el Dios revelado en Jesucristo, "ilumina todo con una nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la vocacin integral del hombre, y as dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas" (Gaudium et Spes, 11).

"La persona humana es el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales" (Gaudium et Spes, 25). "La Iglesia, que por razn de su ministerio y de su competencia, de ninguna manera se confunde con la comunidad poltica y no est vinculada a ningn sistema poltico, es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carcter trascendente de la persona humana" (Gaudium et Spes,76).

Apoyados, pues, en estas grandes verdades de fe y en la Doctrina Social de la Iglesia, los Obispos Cubanos consideramos que, para el adecuado desarrollo de la persona humana, se debe favorecer el ejercicio de la libertad, las relaciones fraternas y la bsqueda de lo que trasciende al ser humano. No habr una sociedad sana si no se promueven y garantizan, inseparablemente, estas tres dimensiones de la persona humana.

Como este desarrollo slo se da dentro de un tejido social, en el mismo deben garantizarse los derechos humanos, que son aspiraciones comunes de futuro que se van fraguando como una tica secular. Hoy ya tenemos bien formulados los derechos de los seres humanos y de los pueblos: a la vida, a la libertad, a la autodeterminacin; derechos de la familia y de los individuos; derechos polticos a la libertad de expresin, de asociacin, de movimiento, etc.; y derechos sociales, a la educacin, a la atencin mdica (Cf. Pacem In Terris n. 4). A este propsito recordemos el texto del Snodo de Obispos de 1971: "Toda la Iglesia, y con ella los Obispos y los sacerdotes, segn sus responsabilidades, ha de escoger una manera precisa de actuar, cuando est en juego la defensa de los derechos fundamentales del hombre, la consecucin de la causa de la justicia y de la paz, arbitrando medios claramente conformes al evangelio".

Dios quiere la vida en plenitud para todos sus hijos y ha hecho suyos los sufrimientos y las aspiraciones de todos, especialmente los de los pobres y excluidos. Jesucristo no fue indiferente al sufrimiento humano: al dolor, a la enfermedad, a la muerte, ni a las situaciones injustas que laceran la dignidad del hombre, como son: el hambre, la falta de libertad, el abuso del poder y otras condiciones econmicas o polticas. Su respuesta ante estas situaciones fue el amor hasta el extremo de entregar su vida en la cruz. A este servicio en el amor est llamada tambin la Iglesia: ste es el bien que ella puede y debe aportar a la sociedad.

Ahora bien, "la orientacin del hombre hacia el bien slo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razn...: la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre...; la dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre acte segn su conciencia y libre eleccin..." (Gaudium et Spes 17). Por ello se pide a los cristianos una actitud pblicamente responsable y coherente que favorezca el progreso de la libertad humana y cristiana, teniendo presentes las palabras del Seor: "La verdad los har libres" (Jn 8, 32).

Esta actitud responsable es ms que nunca necesaria en nuestro pas, cuando los problemas son tantos y tan grandes que no sabemos qu hacer, o lo que se hace no da el fruto esperado. La opcin que se presenta entonces con ms fuerza es la de escapar, sea hacia el extranjero, sea hacia las evasiones que enajenan la responsabilidad, como el alcohol, las drogas y hasta el suicidio, o hacia una simulacin acomodaticia a los requerimientos impuestos por las circunstancias. Slo mediante la oracin, la meditacin de la Palabra de Dios, la aplicacin de la Doctrina Social de la Iglesia y una serena reflexin compartida, podr ser ejercida la verdadera libertad de los hijos de Dios.

2. COMPROMISO POLTICO DE LOS CRISTIANOS

En la idea de muchos, lo poltico se refiere directamente a la estructura gubernamental, smbolo del poder; por eso se da este calificativo a movimientos o grupos que, con distintas ideologas, ostentan el poder o luchan por conseguirlo. Pero, originariamente, "poltico", de "polis", significa la esfera pblica donde se articulan los intereses de todos los ciudadanos como conjunto social, el espacio para el desarrollo de la libertad entre los seres humanos "en orden al logro del bien comn" (Gaudium et Spes 74).

Entendida la poltica en el primer sentido, la misin de la Iglesia no es poltica; su misin no es intervenir directamente en el ejercicio del poder civil ni en las estructuras de oposicin a ese poder, ni apoyar a uno u otro partido, ni recomendar a un candidato o a un partido para que sea votado en las elecciones. En el debate poltico de partidos que enfrenta a unos con otros o que se unen en alianzas programticas o estratgicas, la Iglesia tiene que ser neutral, aunque no lo es en su llamado tico a que los derechos de todos sean respetados en este debate.

Siendo esto as para la entidad eclesial, los cristianos laicos que la integran, como personas tienen la libertad de una opcin poltica en un sentido o en otro, con tal de que hagan su eleccin teniendo como objetivo la llegada del Reino de Dios. Este objetivo incluye el respeto a los derechos humanos, a valores fundamentales que deben ser protegidos, a la honestidad en el manejo de los fondos pblicos, etc.

Entendida la poltica, en el segundo sentido, como la esfera pblica en que se articulan los intereses de todos los ciudadanos para lograr el bien comn, la Iglesia tiene ineludible presencia pblica en lo poltico, y debe intervenir cuando desde el ejercicio del poder, sea en el campo econmico como en el poltico, se atente contra los derechos fundamentales de los seres humanos. Puede y debe, desde el Evangelio y con su Doctrina Social, iluminar no slo la llamada "alta poltica", sino tambin el ejercicio del poder poltico, respetando la justa autonoma de ese mbito. Y eso en virtud de su misin religiosa, pues "en la Encarnacin el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo con todo hombre" (Gaudium et Spes 22), quien slo se desarrolla dentro de una sociedad sociopoltica.

3. LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO

Se percibe que la concepcin que tiene el Estado cubano de la Iglesia parece desconocer lo que es su verdadera naturaleza y misin. La Iglesia es considerada como aliada o enemiga, sin otra alternativa segn un presupuesto ideolgico inmodificable que, slo por conveniencias coyunturales, puede revestirse de formas de abundante cortesa en contraste con otras de poca tolerancia.

A este propsito conviene recordar lo dicho por el Papa Juan Pablo II, durante la Misa celebrada en la Plaza de la Revolucin, el 25 de enero de 1998: "El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislacin adecuada que permita a cada persona y a cada confesin religiosa vivir libremente su fe, expresarla en los mbitos de la vida pblica y contar con los medios y espacios suficientes para aportar a la vida nacional sus riquezas espirituales, morales y cvicas".

Tenemos la impresin de que en nuestro pas subsiste una lucha sutil contra la Iglesia, tratndola como una entidad privada o un hecho marginal que puede sustraer fuerzas o energas a la revolucin. La existencia de una Oficina para la Atencin a los Asuntos Religiosos, adscrita al Comit Central del Partido Comunista, es percibida a menudo como una instancia de control que limita la accin evangelizadora de la Iglesia, y no como una adecuada entidad que posibilite, mediante el dilogo, la revisin y solucin de asuntos de inters comn.

Aunque la misin de la Iglesia, como ya se ha dicho, no es poltica, quirase o no, sus obispos y sus instituciones juegan un papel social. La Iglesia Catlica est presente en medio de la sociedad al igual que las dems confesiones religiosas. Tiene derecho a un estatuto especfico que le permita cumplir su misin; la satisfaccin de ese derecho no es un privilegio. Por ello es poco realista, y puede pecar de espiritualismo vaco, una ruptura total de la Iglesia con los poderes pblicos, porque deja a un lado las relaciones indispensables que todo grupo social se ve obligado a mantener con la sociedad poltica y sus autoridades.

La independencia necesaria a la accin pastoral de la Iglesia no puede concebirse como una renuncia al dilogo y a los os institucionales con las autoridades de la sociedad. Los Obispos de Cuba reiteramos que la misin encomendada por Cristo a la Iglesia no es de orden poltico ni est inspirada en la preocupacin por lograr una presencia pblica que funcione con la lgica del poder. Es importante dejar bien sentado este punto, cuando unos esperan de la Iglesia que sea un partido de oposicin y otros que se deje domesticar por el rgimen poltico vigente. Pero, cmo mantener os con el poder sin ser absorbidos por l? Cmo relacionarse apareciendo completamente libres a la mirada de todos? Hay que tener los ojos muy abiertos a la realidad, escuchar pacientemente a los otros y, sobre todo, sanear evanglicamente el corazn para no confundir ni la prudencia con el miedo a perder falsas seguridades, ni la audacia proftica con imprudencia temeraria.

En este contexto cobran particular importancia las declaraciones del Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado de Su Santidad, el da 30 de abril del presente ao, en las que reafirma el valor del dilogo como va para una mayor comprensin en la solucin de conflictos. Refirindose a nuestra realidad el Cardenal Sodano afirma: "Nosotros continuaremos este dilogo. Nunca el dilogo se interrumpir porque en todo hombre hay una base sobre la cual conversar... an cuando parezca un dilogo sin esperanza".

La Iglesia en Cuba ha dicho siempre, en esta etapa revolucionaria, que espera contra toda esperanza y reconoce en el dilogo el cauce y el estilo que mejor pueden contribuir al servicio del pueblo del que forma parte. Sabemos que nuestra propuesta de un dilogo constructivo y reconciliador entre cubanos no es bien acogida, tanto por las autoridades del pas como por algunos cubanos radicados fuera de la Patria. La Iglesia no tiene intereses polticos de grupo, porque no est alineada polticamente ni con el gobierno ni con la oposicin. Por esto exhortamos a todos los cubanos, por el bien de Cuba, a superar la tentacin comn de vencer al otro, y a buscar en el dilogo responsable, entre todos, la solucin de nuestros conflictos.

La Iglesia en Cuba ha tenido que ser firme y unida para mantener su independencia ante el poder de quienes gobiernan y ante aquellos que impugnan ese poder. Esto no significa que la Iglesia se mantenga indiferente a los problemas del pueblo cubano, sus dificultades, carencias y angustias. La Iglesia no puede ser neutral ante la falta de libertad del hombre, o si no se da la participacin poltica de los ciudadanos segn las opciones personales de cada uno. La Iglesia no se adhiere a tal o cual Proyecto, pero reconoce como un valor que los ciudadanos, siendo capaces de opciones libres, tengan la posibilidad de adherirse al proyecto de sociedad que deseen.

V. ALGUNOS IMPERATIVOS PARA LA RENOVACI

Ante la situacin de la sociedad cubana y de la comunidad eclesial, sealamos algunos problemas y algunas propuestas que requieren especial atencin para abrir caminos de futuro.

1. LA LIBERTAD RELIGIOSA

Los cambios que se han producido en el mundo, provocados muchos de ellos por el ocaso de las ideologas, no han modificado sustancialmente la situacin de la libertad religiosa en nuestro pas. La concepcin de la libertad religiosa sigue siendo restringida al mbito de lo cultual, o sea, de las relaciones del cristiano con Dios, pero no de manera amplia y adecuada a la presencia de la Iglesia en la sociedad. Se trata, ms bien, de una libertad de culto.

La comunidad de discpulos de Jesucristo requiere, por su misma naturaleza, una presencia pblica en la sociedad. Frente a tendencias del laicismo moderno y de otras ideologas, que pretenden echar a la Iglesia fuera de la vida pblica, de lo que se trata no es slo de que la Iglesia tenga una existencia social y jurdicamente reconocida, sino de que su presencia en la sociedad sea evanglicamente significativa, como dice el P. Flix Varela, "para el bien de los pueblos no slo en lo espiritual sino tambin en lo temporal".

El respeto a la libertad religiosa incluye que se facilite la participacin social de los cristianos en la vida sindical, profesional y poltica, con la posibilidad de propagar y proponer a otros libremente su fe y la tica cristiana con sus implicaciones sociales.

Adems, el respeto a la libertad religiosa implica, entre otros, el reconocimiento del derecho de la Iglesia a construir templos, a que se facilite la entrada al pas de sacerdotes y religiosas que quieren ayudar en la obra de la evangelizacin, que la Iglesia pueda disponer del libre y normal a los medios de comunicacin y la natural presencia de la Iglesia en el campo educativo.

2. LA UNIDAD DEL PUEBLO CRISTIANO

Para desempear nuestra misin debemos primeramente sabernos y sentirnos unidos en la nica Iglesia del Seor, que tiene una sola tarea igual para todos: anunciar y plantar el Reino de Cristo en el mundo. La unidad en el amor solidario es el testimonio del Reino de Dios que la Iglesia Catlica ha dado en nuestro pas. Esta unidad no la podemos considerar como una fuerza frente a nadie, sino como un testimonio de fidelidad a Cristo, que nos mand que furamos uno como l y el Padre son uno.

En Cuba la unidad de la Iglesia, cultivada y protegida como una virtud que brota de la misma fe y de la caridad cristiana, es tambin una necesidad para la conservacin de la identidad catlica y para la fecundidad de su misin. Esta comunin entre obispos, sacerdotes, diconos, religiosas, religiosos y fieles laicos, ha sido un don que agradecemos al Seor y una tarea que debe ser mantenida de modo visible para todos nuestros compatriotas dentro y fuera de Cuba.

Como un valor se percibe el derecho y la prctica de un sano pluralismo en lo que se refiere a los distintos carismas en los cristianos, en los grupos, asociaciones y movimientos. Sin embargo, en lo que concierne a la naturaleza de la Iglesia, su estructura jerrquica y la misin recibida de Cristo, la unidad de la fe catlica debe ser puesta siempre en evidencia.

Queremos recordar a todos los catlicos que deben reconocer en sus Obispos a los primeros interlocutores del dilogo que compete a la Iglesia con las autoridades civiles, y con las instancias que puedan contribuir a la superacin de las dificultades que afectan nuestra sociedad, y aceptar en las orientaciones de sus Pastores la expresin de la voluntad de Dios sobre la comunidad cristiana.

3. EL COMPROMISO DEL PUEBLO CRISTIANO EN LA RECONCILIACIN DE LA SOCIEDAD

La Iglesia Catlica siente como un imperativo moral impostergable el compromiso en favor de todos nuestros hermanos cubanos. Las constataciones de los elementos negativos en la sociedad cubana hoy, las sealamos no como un desafo desde un poder frente a otro, sino como la expresin consecuente de una responsabilidad que hunde sus races en el Evangelio de Jesucristo, y como manifestacin de la determinacin firme y perseverante de contribuir al bien de todos, aceptando incluso los posibles conflictos y fracasos.

La Iglesia, como testigo de Cristo, por su propia vocacin y en fidelidad a su misin, debe trabajar por la reconciliacin y asumir las incomodidades que implique este trabajo. En tal sentido, los Obispos cubanos nos hemos propuesto desarrollar una pastoral de la reconciliacin destinada a sanar las heridas histricas que hay en nuestro pueblo.

Nos parece legtimo y justo, en orden a trabajar por un futuro reconciliado para todos los cubanos, desterrar de entre nosotros los sentimientos de odio. En todo camino reconciliador debemos tener en cuenta a nuestros compatriotas que viven en el extranjero. Hacemos nuestras las palabras que nos dirigi el Santo Padre a los Obispos en el Arzobispado de la Habana, el 25 de enero de 1998: "S que su atencin pastoral no ha descuidado a quienes, por diversas circunstancias, han salido de la Patria pero se sienten hijos de Cuba. En la medida en que se consideran cubanos, stos deben colaborar tambin, con serenidad y espritu constructivo y respetuoso, al progreso de la Nacin, evitando confrontaciones intiles y fomentando un clima de positivo dilogo y recproco entendimiento".

4. CONSTRUIR LA ESPERANZA

El Papa Juan Pablo II vino a Cuba como "Mensajero de la Verdad y la Esperanza". Paradjicamente, desde entonces y de modo progresivo, sentimos que decrece la esperanza en nuestro pueblo. Por amor a este pueblo en el que hemos nacido y que llevamos en nuestro corazn, cuyas dificultades, fracasos y dudas son tambin nuestras, los Obispos de Cuba invitamos a los cristianos a acoger el llamado urgente de Jesucristo a ser sus testigos en medio de nuestro pueblo. Slo as podremos superar las adversidades y construir el futuro. Desde nuestra fe cristiana, este compromiso slo es posible hasta sus ltimas consecuencias si mantenemos una mirada de fe, confiando en las promesas de Dios, que nos ama. Estas promesas nos garantizan que nuestro futuro est habitado no por la desgracia, sino por la Gracia. Es la confianza que, segn el Seor, vence al mundo (1Jn 4).

VI. CONCLUSIN
No queremos concluir nuestra Instruccin Teolgico-Pastoral sin manifestar el aprecio de la Iglesia en Cuba por el apoyo que en todo momento ha experimentado de la Santa Sede. Reafirmamos nuestra inalterable comunin con la Sede de Pedro y, particularmente, con la persona del Santo Padre, a quien rendimos homenaje de obediencia y gratitud en el extraordinario ejercicio de su ministerio de Pastor Universal, como vnculo visible de la unidad de la Iglesia Catlica en el mundo.

Su Santidad Juan Pablo II, por su parte, ha manifestado siempre su amor entraable, su cercana y su profunda y certera comprensin de la situacin de Cuba y de los catlicos cubanos, en lo cual, sin dudas, han tenido peso las particulares circunstancias histricas que l mismo tuvo que vivir en su patria.

Apreciamos la solidaridad de la Iglesia Catlica de Europa, de Estados Unidos y del Continente Latinoamericano, y su inters por coadyuvar a que la misin de la Iglesia en Cuba pueda desarrollarse con la misma libertad y posibilidades que en los dems pases cristianos. En las splicas a nuestra Patrona hemos tenido presentes a los pastores y fieles de esas iglesias.

Con el Santo Padre reconocemos que "el alma cristiana constituye para los cubanos el tesoro ms valioso y la garanta ms segura de desarrollo integral bajo el signo de la autntica libertad y de la paz" (Juan Pablo II en Roma a su regreso del viaje a Cuba. 28 de enero de 1998).

Exhortamos a todos los catlicos a cultivar, en total fidelidad a la Verdad, la coherencia evanglica entre la fe y la vida, entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace en todos los mbitos de la existencia personal y social. Para cumplir estas exigencias los invitamos a vivir intensamente una autntica espiritualidad cristiana, alimentada en el Evangelio y en la Eucarista, con una oracin perseverante que haga cada vez ms firme la unin con Dios.

Con la presente Instruccin Teolgico-Pastoral reafirmamos que la Iglesia en Cuba espera con amor. Queremos, por tanto, infundir nimo y confianza en el alma de todos los catlicos y de todos los cubanos. Que "Dios ilumine los ojos de nuestro corazn para que podamos reconocer la esperanza a la que nos llama" (Ef 1,18). Con filial devocin invocamos el bendito nombre de Santa Mara de la Caridad del Cobre. Bajo su maternal proteccin nos colocamos todos. Ella, como Madre amorosa, est siempre pendiente del verdadero bien de todos nosotros, sus queridos hijos. A ti, Madre, ofrecemos con humildad y sencillez los frutos de nuestra reflexin! Que fortalecidos por esta esperanza, trabajemos todos con paciencia, abnegacin y amor, por el presente y futuro bien de nuestra Patria.

En Cristo, Supremo Pastor, los bendicen;

Los Obispos de Cuba
8 de septiembre de 2003
Festividad de la Virgen de la Caridad del Cobre
Patrona de Cuba

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