Febrero 4,
2003 1az
Política cultural en Porto Alegre
Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, febrero (cubanet.sergipeconectado.com) - La política cultural cubana es
impredecible. Camaleónica. Ducha en sofismas y mensajes sibilinos.
Encerrada en un corset ideológico confeccionado por funcionarios "que
defienden temblando sus poltronas de tinta" -al decir del poeta y
periodista Raúl Rivero- la imagen cultural promocionada desde los círculos
de poder deja en las sombras las voces y proyectos que difieren del discurso
oficial.
El grupo de escritores y artistas cubanos que asistió al III Foro
Mundial de Porto Alegre, Brasil (del 23 al 28 de enero), es un ejemplo de
selectividad de acuerdo al grado de sumisión al régimen.
Durante una rueda de prensa ofrecida en esta capital antes a su partida a
Brasil, el ministro de Cultura cubano, Abel Prieto, refrendó este
concepto al señalar que "la creación artística que va
a estar presente allí complementará lo que llevamos en el campo de
las ideas y los argumentos".
Es decir, sirvieron de comparsa a una claque política que aplaudió
sin descanso a los nuevos actores de una supuesta globalización de la
solidaridad, la democracia participativa, y otros engendros teóricos
maquillados al uso dada la falta de resultados de quienes les precedieron en
similar intento.
No obstante al triste papel asignado a la "tropa de creadores", el
ministro cubano señaló paradójicamente que la política
cultural de Cuba es muy abierta al universo no chovinista y al mismo tiempo una
profunda defensa de lo nacional, que no excluye a nadie, pero cuyas expresiones
no han logrado romper la rejas de las palabras a los intelectuales: "Dentro
de la revolución todo; contra la revolución, nada", ni hacer
olvidar la "rememoración" establecida en el primer Congreso de
Educación y Cultura que tuvo lugar en 1971: ser compatibles ideológicamente,
tener el cabello y el vestuario como corresponde a un revolucionario, ser
heterosexual, decir siempre que sí a las orientaciones
A esto le llamó política cultural anti-dogmática. Y se
quiere presentar "como el mejor antídoto, o quizás el único
antídoto verdaderamente eficaz frente a esa cultura globalizadora
autoritaria" que hoy recorre el mundo.
En cuanto de la defensa de lo nacional, el ministro pasó por alto que
mientras los artistas y escritores cubanos eran (y son) marginados por las ideas
expresadas en sus obras, una invasión de cosacos, danza en ristre, tomaba
por asalto los teatros de la Isla.
A la par que se borraban del conocimiento público los cubanísimos
nombres de José Triana, Gastón Baquero, Guillermo Cabrera Infante,
Heberto Padilla; eran bautizados en el altar del internacionalismo proletario
varios niños con los escalofriantes nombres de Katiuska Pérez,
Sochi Pompa, Hanoi Peregrino, Lenin Consuegra.
Cuando Antón Arrufat temblaba (ya no tiembla) por haber escrito "Los
siete contra Tebas", la carretera de Volokolansk atravesaba nuestro país,
y los escritores sumisos eran convertidos en Héroes de la Fortaleza de
Brest.
También olvidó el día en que las voces de Celia Cruz,
Olga Guillot y otros cantantes fueron eliminados de las ondas radiales, y los
oyentes castigados por el checo y rugiente Karel God con sus insufribles
canciones.
En la actualidad, sólo basta con cambiar los nombres y el contexto,
la política cultural cubana sigue su rumbo marginador.
Ahora son Zoé Valdés, Manuel Díaz Martínez,
Eliseo Alberto Diego, Albita Rodríguez, Willy Chirino y un centenar de
escritores y artistas quienes se ven separados de su público natural.
Nada, "que al pueblo cubano no lo manipulará ningún
mecanismo propagandístico de desinformación, procedente de la
maquinaria de hipnosis de Hollywood", como dijo el ministro. Le basta con
Radio Rebelde, el Canal 6 de la televisión cubana y el periódico
Granma, dicen artistas y escritores condenados al ostracismo dentro de Cuba.
El llamado de Abel Prieto a "defender nuestra identidad frente a la
llamada globalización hegemónica, y al propio tiempo defender el
derecho de nuestro pueblo al patrimonio cultural del universo", no se
logrará con exclusiones, sumergidos en una burbuja de cristal, y mucho
menos desconectados del cordón umbilical de la cultura que nace de
Internet.
La política cultural cubana sí es dogmática. Es
excluyente. Y será antinacional mientras el pueblo no tenga libre
a la herencia cultural generada por sus hijos en todos los rincones de la
Tierra.
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