LA HABANA, Cuba. – En Cuba observamos un fenómeno que probablemente no abunde mucho en el panorama político internacional. Nos referimos a la existencia de familiares de dirigentes caídos en desgracia que siguen apoyando a los victimarios de los suyos, y también a otro dirigente que, obviando las opiniones que culpan a las autoridades por la desaparición física de un hermano, siguió en las filas de la maquinaria del poder. n2ht
Acerca de este último caso hemos meditado a raíz del reciente fallecimiento de Osmany Cienfuegos, hermano mayor de Camilo Cienfuegos. La desaparición física de este último fue un suceso que conmocionó a la opinión pública nacional. Aún hoy, a 65 años de esa tragedia, son muchos los que se niegan a aceptar la versión oficial del hecho, y se preguntan cómo es posible que una avioneta desaparezca sobre el archipiélago cubano sin que se haya encontrado ni siquiera un tornillo de su estructura. Máxime cuando sabemos que esa pérdida era lo que necesitaba Raúl Castro para clasificar como el segundo hombre de la Revolución, ya que no era un secreto para nadie que Camilo lo superaba ampliamente en simpatía popular.
Pero, al parecer, Osmany aceptó la versión oficial y, cada vez, se fue incorporando más a la cúpula del poder. Llegó a ser miembro del Buró Político del Partido, secretario del Consejo de Ministros ―por sus manos pasaba toda la programación de las actividades de Fidel Castro―, y ocupó posteriormente la titularidad del Ministerio del Turismo.
Igualmente nunca hubo alguna duda por parte de la jerarquía castrista de la lealtad de Osmany Cienfuegos. En caso contrario es seguro que no habría ocupado tan altas responsabilidades.
Carlos Lage Dávila es otro que llama la atención. Su hermano Agustín Lage continúa siendo un científico venerado por las autoridades cubanas. Asiste a congresos internacionales en representación de Cuba, participa en la Mesa Redonda y se desempeña como asesor de varias entidades del polo científico.
Pero, eso sí, no pronuncia en público ni una palabra sobre su hermano. Él parece convencido de que su hermano le falló al castrismo. Debido al secretismo habitual de los gobernantes de la Isla, la población no sabe bien si fue la ambición de poder, o alguna jugarreta hecha por Lage que perjudicó al país.
También queremos mencionar el caso del excanciller Felipe Pérez Roque. Su esposa Tania Crombet es actualmente una de las principales científicas del país en el campo de la biotecnología y la fabricación de medicamentos. De igual manera participa en eventos internacionales, y cuenta con la confianza de las principales autoridades de la Isla, incluyendo al gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
En más de una ocasión Tania ha expresado que se siente orgullosa de ser hija de Jaime Crombet, un hombre que ocupó altos cargos en la nomenclatura castrista. Sin embargo, de sus labios no brota ni una sola palabra acerca de Felipe Pérez Roque. Un funcionario, en su momento, de probada fidelidad al “jefe de la Revolución”, al extremo de haber declarado su intención de quitarle el micrófono de las manos al presidente de El Salvador para que no hablara mal de Fidel Castro durante la Cumbre Iberoamericana de Panamá en el año 2000.
Claro que en una sociedad cerrada como la cubana pueden ocurrir muchas cosas que no salen a la luz pública. Quién sabe si Osmany, Agustín o Tania han pensado de una manera diferente, y no lo exteriorizan con tal de no perder las prebendas que otorga el poder. Otro tanto en contra del totalitarismo.